La característica más resaltante del régimen chavista, en estos 16 años de gestión, ha sido la siembra de odios y el empleo de la violencia contra toda expresión de disidencia. Hugo Chávez, aviesamente manipuló la inconformidad existente en nuestra sociedad, como consecuencia de la mala situación económica generada por la baja de los precios del petróleo, fundamentalmente en los sectores populares, para de esa manera instigar el odio entre los venezolanos. Nuestro pueblo había vivido años de progreso social por las políticas desarrolladas en los gobiernos democráticos, gracias a la bonanza petrolera, pero esa situación se vio seriamente afectada, a partir del Viernes Negro en 1983. Esa creciente crisis económica y los grandes errores cometidos por la dirigencia nacional fueron aprovechados por Hugo Chávez y sus asesores en 1998 para ganar las elecciones. Allí empezó la siembra de odios.
Una frase emblemática: «voy a freír la cabeza de los adecos», marcó la campaña electoral. A partir de ese momento, Hugo Chávez dedicó todos sus esfuerzos a dividir nuestra sociedad. Inicialmente, no tuvo éxito. Lo impidió el profundo sentimiento de solidaridad que caracteriza al pueblo venezolano. Sin embargo, perseveró en su afán y se dedicó por infinitas horas, a través de todos los medios de comunicación, a alcanzar su objetivo: Chavistas y escuálidos fueron los términos que señalaron el respaldo o rechazo a su gobierno. La siembra de odios empezó a modificar el sentimiento nacional. Curiosamente, en el año 2002, el chavismo dejó de ser mayoría. Las encuestas así lo señalaron. Su popularidad, ante una gestión de gobierno incapaz y sin recursos, apenas alcanzó el 30 %. El abuso de poder, en su objetivo de destruir Pdvsa, produjo la crisis cívico militar del 11 de abril y los deplorables asesinatos de ese día.
A partir de ese momento, la polarización entre chavismo y oposición se hizo una realidad. La violencia criminal empezó a incrementarse. No era posible que una permanente prédica de odios, orientada desde las más altas esferas del gobierno, no tuviera un efecto desbastador. Un análisis objetivo de las cifras así lo indican. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, una sociedad con una tasa de homicidios de 10 asesinatos por cada 100.000 habitantes está sometida a una epidemia de muertes. Ya en la década de los noventa, Venezuela vivía ese tipo de crisis: las estadísticas señalaban 13 asesinatos por cada 100.000 habitantes. A partir de 1998, esas cifras aumentaron escandalosamente. El año 2011, 67 asesinatos, en el 2012, 73 asesinatos, en el 2013,79 asesinatos y en el 2014, 82 asesinatos por cada 100.000 habitantes. Esa tasa representa la segunda más alta del mundo.
Esas cifras, ya de por sí muy preocupantes, muestran un creciente agravamiento a partir del inicio del gobierno de Nicolás Maduro definitivamente, la inseguridad personal se encuentra fuera de control. Existen distintas razones técnicas que comprometen la acción contra el crimen, pero los tres problemas más graves son: la permanente prédica de odios, la total impunidad ante el delito y la complicidad del gobierno con grupos armados, mal llamados colectivos.
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