Colombianos sepultan a víctimas del deslave

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Salgar.- En medio de intensas labores de rescate, deudos de víctimas de la tragedia en el municipio de Salgar, noroeste de Colombia, esperaban este miércoles encontrar pronto a sus familiares desaparecidos, arrasados por la riada que acabó con la vida de casi 80 personas tras torrenciales lluvias.

Los equipos de rescate se coordinaban para proseguir la búsqueda de desaparecidos, mientras que la iglesia de Salgar se preparaba para organizar un acto masivo de despedida a los primeros fallecidos identificados.
«El jueves comenzarían a llegar los cuerpos y se haría también una ceremonia colectiva», dijo el párroco de Salgar Rubén López.

Dado que «es posible que la cantidad de personas que quieran asistir a esta ceremonia sea bastante grande», se prevé que el sepelio colectivo sea organizado en el parque principal del municipio en vez de en la parroquia.

Los supervivientes esperaban noticias frente a la entrada del cementerio de Salgar, custodiada por soldados, por la que ingresaban y salían cuerpos recuperados de entre el lodo de la quebrada La Liboriana, desbordada la madrugada del lunes.

Las fuertes precipitaciones desgarraron las montañas en los alrededores, y se llevaron por delante el poblado La Margarita, a unos 100 kilómetros al suroeste de Medellín, ante el estupor de sus pobladores, dedicados mayormente al cultivo de café.

«Busco a mi hermanito que se desapareció. Desde anteayer no lo hemos podido encontrar», explicó a la AFP Luz Arboleda, un ama de casa.

El hermano de Luz tenía 33 años. La esposa falleció en la tragedia, y sus dos hijos, de 14 y 11 años, se salvaron. Los pequeños engrosan la lista de niños huérfanos que deja la avalancha.

«Yo quisiera que siguieran la búsqueda hasta que todas las familias podamos tener a los hermanos, hijos, padres, nietos, sobrinos… lo que sea de la familia», agregó Arboleda.

INCERTIDUMBRE

Hasta el cementerio, una edificación blanca con columnas y estatuas que resguardan centenares de nichos, llegaban grupos de socorristas cargando cadáveres envueltos en mantas sucias de lodo. Entraban directamente al camposanto, ante la angustia de parientes ansiosos por noticias de sus seres queridos. «Uno entra con alegría, pero sale más aburrido cuando sabe que no son. Sale uno totalmente destrozado, otra vez con el corazón destrozado», dijo Bibiana Moreno.

«En medio de toda la tragedia que hay, la única esperanza que le queda (a uno) es encontrarlos para darles digna sepultura», dijo Jaime Londoño, uno de los sobrevivientes.

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