Columna: Waldo Negron

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¿Por qué tendemos a subestimar a los demás?

Deseo compartir con ustedes, una historia de la vida diaria, que encierra una gran lección sobre la errada actitud, de subestimar a quienes nos rodean.

La historia, dice lo siguiente: “Un hombre erudito alquiló una barca para cruzar un rio caudaloso. Al recibirlo, el barquero se expresó con frases pobres y mal construidas. El erudito le preguntó: “Usted nunca ha estudiado gramática, ¿verdad?”

“No, señor, contestó el barquero, soy analfabeto”.

“¿Supongo que tampoco sabrá historia, geografía ni aritmética?”

“Tampoco, no sé nada de eso, respondió nuevamente el barquero, medio avergonzado”.

“¿Por supuesto que tampoco sabrá nada de filosofía, arte o literatura?, volvió a preguntar el hombre culto con cierta pedantería”.

“No, señor, sólo soy un pobre barquero ignorante, dijo el hombre ya totalmente humillado”.

“Pues he de decirle que un hombre sin cultura es como si hubiera perdido la mitad de su vida, sentenció el erudito”

“En ese momento, la barca, arrastrada por la corriente, fue a dar contra unas rocas y se partió en dos y cayeron al rio, barquero y erudito”.

“El barquero preguntó: Señor, señor, ¿usted sabe nadar?”

“¡No!, ¡no sé nadar!, gritó aquel hombre terriblemente asustado”.

“Pues me temo que hoy va a perder no la mitad, sino su vida entera”.

“Dicho esto, el barquero se lanzó al río y comenzó a nadar con gran habilidad. Pero se alejó muy poco, de inmediato regresó y salvó al fastidioso hombre quien, ciertamente humillado, no pronunció palabra alguna, hasta llegar a la orilla”.

“Quiero pedirte excusas, me siento avergonzado de mi comportamiento, ahora entiendo bien que tú conoces muy bien lo que requieres y acepto que me portado como un tonto arrogante que subestima el conocimiento de otros. Me has salvado la vida y he recibido una gran lección de humildad que me servirá para el resto de mi vida”.

“Dicho esto, el erudito abrazó con agradecimiento y humildad al hombre de campo que le había salvado la vida y la había enseñado a valorar a quienes le rodean, independientemente de

sus conocimientos y nivel de estudios.”

¿Por qué nos ufanamos de nuestras cualidades y competencias sin considerar las de los demás?”

Esta lección de vida es de gran utilidad para todos los seres humanos.

Solemos encontrar, con preocupante frecuencia, a personas estudiosas, preparadas y de gran nivel cultural, que se comportan con arrogancia, pedantería y poca humildad hacia las personas que las rodean.

Se considera, de manera errónea, que las personas que no tienen una gran cultura, títulos universitarios o elevado nivel de educación, son “menos valiosas” o importantes que aquellos que son eruditos, profesionales calificados o altos ejecutivos de alguna organización.

Esa generalizada equivocación hace que los ejecutivos o personas de alta jerarquía en una empresa o institución sientan “subestimación” y dan un trato algo desconsiderado hacia las

personas que ocupan cargos de menor jerarquía como subalternos, porteros, recepcionistas o personas de limpieza y mantenimiento.

También observamos a altos ejecutivos del sector salud, directores o médicos reconocidos, quienes subestiman o tratan de manera arrogante a las enfermeras, camilleros o personal de

apoyo.

Todos somos seres humanos y merecemos respeto y consideración. Es muy cierto, que debemos dedicarnos a nuestra preparación y formación.

Soy un defensor y facilitador de procesos de crecimiento y desarrollo. Me apasiona contribuir a la formación de líderes y a dar apoyo a las personas para sacar lo mejor sí mismos, pero siempre insisto a mis alumnos o quienes participan en mis talleres de crecimiento personal, que conserven su sencillez, humildad y sentido común.

Felicito y aplaudo a quienes dedican esfuerzo, tiempo y energías a formarse, a crecer y elevar su preparación, pero nunca perder su esencia humana y jamás subestimar a quienes nos rodean.

Para concluir les dejo este hermoso pensamiento:

“No es prudente estar demasiado seguro de la propia sabiduría. Es saludable recordar que el más fuerte puede debilitarse y el más sabio puede equivocarse”. (Gandhi)

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Waldo Negron

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