Con el fin de proteger el poder de compra de los salarios, el Gobierno ha hecho uso del anclaje cambiario, del control de precios y de los subsidios.
Con el fin de proteger el poder de compra de los salarios, el Gobierno ha hecho uso del anclaje cambiario, del control de precios y de los subsidios. Esos instrumentos de política antiinflacionaria suelen dar resultados a corto plazo, pero cuando se prolongan en el tiempo, generan distorsiones que son aprovechadas por especuladores y contrabandistas para amasar escandalosas ganancias, lo cual anula el efecto positivo sobre la población.
Al no comprender la esencia del contrabando, el fenómeno suele atacarse con medidas que inciden en su manifestación, mas no van a la raíz del problema. Lo que en esencia es causado por distorsiones económicas, se confunde con su manifestación delictual. En consecuencia, las autoridades tratan de combatirlo con controles, multas y penas de cárcel que temporalmente lo atenúan, pero no terminan de erradicarlo porque no atacan sus verdaderas causas: las distorsiones del sistema de precios relativos derivadas del régimen de cambios múltiples, de los rígidos controles de precios y de los ineficientes subsidios que no llegan a la población.
El Gobierno apeló al anclaje cambiario para abaratar las importaciones y contener la inflación. Eso funcionó en los primeros años, pero se agotó al caer la renta petrolera. Al retrasarse la liquidación de divisas, surgió un mercado paralelo que aprovecha la demanda insatisfecha para inducir una creciente brecha entre la tasa oficial y el paralelo. Este último termina siendo la base de cálculo para los precios, incluso de productos importados al cambio oficial. La especulación se recrudece con el régimen de cambios múltiple al ofrecer perversos incentivos a los cazadores de rentas que capturan los dólares de Cencoex y Sicad I para luego venderlos en el paralelo.
El control de precios también estimula el contrabando de extracción. Al congelar el PVP del producto final pero dejar liberados los precios de los insumos y fuerza de trabajo, llega un momento en que los crecientes costos superan los precios controlados. Ese rezago provoca grandes pérdidas que desestimulan la producción. Como nadie produce para perder, cae la producción o crece el contrabando de extracción para vender los productos a un mayor precio en los países vecinos.
Los cuantiosos subsidios a los precios de la canasta básica tampoco rinden el efecto esperado, toda vez que el enorme diferencial de precios en la frontera estimula el contrabando e impide que el producto subsidiado llegue a los hogares venezolanos. No habría contrabando de gasolina, ni de alimentos ni de medicinas si el precio fuese igual en ambos lados de la frontera. Para derrotar el contrabando que agrava la escasez y atiza el acaparamiento y la especulación, los subsidios al precio de los productos deben ser sustituidos por subsidios directos a las familias pobres.
La caotización de los precios comprueba el agotamiento de los controles y subsidios que ya no sirven para llevar productos a precios solidarios a la población venezolana. Por el contrario, al prolongar el régimen de cambios múltiple, los controles de precios y los ineficientes subsidios, el Gobierno crea las condiciones para que se multipliquen los negocios fraudulentos y facilita los ataques de los conspiradores que lo quieren derrocar. Mientras el Gobierno no corte por lo sano y corrija esas distorsiones, se mantendrán los incentivos al acaparamiento, la especulación y el contrabando que tanto malestar provocan en la población.
@victoralvarezr
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