Corrupción: Déficit ético y moral (y II)

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A tenor de lo expresado, puede inferirse que la actual crisis venezolana sobrepasa lo político y económico hasta configurar una situación más dramática: una crisis moral, cuya manifestación relevante es tanto una falta de compromiso ético como una pérdida de valores morales en el marco de una descomposición gubernamental con manifiesta corrupción política (manipulación, malversación, nepotismo, etc.) que nos perjudica a todos, no solo en el escenario económico sino muy especialmente al sistema democrático por intermedio de imperfecciones en la estructura político-partidista, y sobre la credibilidad ciudadana en relación a las políticas públicas y los procesos electorales habida cuenta al desagrado que genera el observar como algunos funcionarios del alto gobierno, políticos e integrantes del sector privado con vinculación estatal se enriquecen indebidamente (¡con vanidad y orgullo!), en implícita renuncia al rol que deben cumplir como agentes morales; dando preferencia al poder y al dinero como motivadores de su conducta.

Un indicador que facilita medir el comportamiento de la corrupción, es el denominado Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) elaborado desde el año 1995 por la ONG internacional Transparency International (TI) para medir los niveles de corrupción en el sector público definido como el abuso del servicio público para el beneficio particular (sobornos, pagos irregulares, malversación de fondos y otros.); e igualmente mide la eficacia y solidez de las iniciativas anticorrupción. Dicho índice, para el caso específico de Venezuela, nos muestra que pasamos de ocupar a nivel mundial el puesto 41 (1 es el menos corrupto y 174 el más corrupto) en el año 1997 (fin de la etapa democrática) al lugar 100 en 2003 (primeros años del «proceso revolucionario») equivalente a un «vertiginoso ascenso» de ¡59 puestos en 6 años! a una «velocidad promedio» de ¡10 puestos por año!; mientras que en los 16 años de dicho proceso el «ascenso» fue desde la posición 77 en 1998 (36 puestos con relación a 1997) hasta el lugar 161 en 2014, sitial que nos consagró como el país más corrupto de Sudamérica superando a Paraguay (150), Guyana (124), Ecuador (116), Argentina (107), Surinam (100), Colombia (94), Perú (85) y a Chile y Uruguay (21) como los menos corruptos. Nuestro desalentador puesto 161 (año 2014), refleja que únicamente superamos a países como Libia y Uzbekistán (166), Turkmenistán (169), Irak (170), Afganistán (172), Sudan (173) y a Corea del Norte como el más corrupto (174); es de resaltar que varios de estos países son considerados «amigos de Venezuela». Sirva de información ilustrativa, que en 2014 el país menos corrupto del mundo fue Dinamarca (1) seguido de Nueva Zelanda, Finlandia, Suecia, Suiza, Noruega y Singapur (7).

A título de reflexión final, asumimos que un enfrentamiento serio de la corrupción ha de sustentarse tanto, y muy especialmente, en una educación en valores, en armonía constructiva con la educación formal lo cual puede parecer un «sueño perdido en el tiempo» pero ello es preferible a no hacer nada; en sintonía con Max Weber cuando afirma que los funcionarios gubernamentales deberían ser un conjunto de trabajadores intelectuales altamente especializados, y cuyo valor supremo sea la integridad; ya que sin este funcionariado se cernería sobre nosotros el riesgo de una terrible corrupción y una incompetencia generalizada, e incluso se verían amenazadas las realizaciones técnicas del aparato estatal.
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