Como sabemos, la personalidad de los dioses de la mitología griega y romana sirve de modelo psicológico para describir con mucha certeza estilos de personalidad de hombres y mujeres y momentos psicológicos colectivos. Aunque creación imaginaria, muestra modelos de comportamiento humano arraigados en la cultura, por eso resisten el paso del tiempo.
Estos modelos denominados arquetipos con sus cualidades y defectos, sirven de base para comprender características dominantes de la personalidad del ser humano o de momentos evolutivos de una sociedad. Son tendencias psicológicas inconscientes poderosas que determinan estilos de relación de una persona con los demás o de grupos con otros.
Cuando se trata de momentos sociales, ciertos rasgos psicológicos de un arquetipo pueden prevalecer e imprimirle a la sociedad, ciertos estilos de relación por el discurso dominante y eso traducirse en conductas colectivas. Esta influencia poderosa sobre la dinámica social se expresa con mucha fuerza en los estilos de relación de los subgrupos sociales, y puede ser muy y constructiva, o destructiva y limitante de los procesos de desarrollo social. Cuando hay grupos en una sociedad con posiciones dominantes que adoptan posiciones radicales irreflexivas y ciegas ante la realidad se corre el riesgo de crear movimientos sociales que se expanden como ondas concéntricas que pueden ser riesgosas sobre todo si en momentos críticos de giro o cambio social se pierde la capacidad de diálogo y domina la conducta irracional.
Especial influencia tienen ciertos arquetipos psicológicos dominantes en momentos en que la sociedad tiene que tomar decisiones sobre asuntos colectivos importantes que ameritan dialogo desapasionado y que marcarán el destino futuro. Esto implica un riesgo porque la historia tiene ejemplos de sociedades que en momentos de giro social, si no los manejan bien y terminan en procesos de auto-destructivos.
Por ejemplo, una sociedad dominada por el Arquetipo del dios Marte se caracteriza por promover el enfrentamiento y la agresión, la incondicionalidad ciega, la intolerancia y la incapacidad de manejar las discrepancias o diferencias. Son momentos en que promueve la discordia, se alimenta posiciones radicales irreconciliables (este dios disfruta de la guerra), y se promueve la división en vez de la conciliación tan necesaria en momentos de cambio social. La radicalización del momento MARTE restringe la autonomía para decidir, intimida con amenazas de retaliación, requiere incondicionalidad automática, sin crítica.
En estos momentos de decisiones trascendentales hay que procurar el dialogo sensato y enriquecedor, abrir la comunicación a fin de llegar a las mejores conclusiones. Es allí cuando las mayorías sociales sensatas tienen que hacer presión colectiva para generar el diálogo enriquecedor para canalizar los giros sociales de la manera más provechosa……Al que tenga oídos, que escuche.
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