El reciente discurso del presidente Nicolás Maduro, en el marco del 16° aniversario de la Milicia Nacional Bolivariana, reivindica una de las ideas más revolucionarias del legado de Hugo Chávez: la defensa de la patria no es solo tarea de los cuarteles, sino del pueblo organizado y consciente de su poder. El concepto de «pueblo en armas» trasciende lo militar para convertirse en un principio de soberanía popular, resistencia antiimperialista y participación colectiva en la protección de la nación.
La Milicia Nacional Bolivariana, como quinto componente de la FANB, no es una fuerza de élite aislada, sino una estructura profundamente arraigada en las comunidades, fábricas, universidades y campos. Esta concepción estratégica rompe con los modelos castrenses tradicionales, donde la defensa nacional era monopolio de una jerarquía militar. En cambio, el pueblo venezolano asume su rol protagónico como guardián de su propia revolución, tal como lo demostró en abril de 2002, cuando la insurrección popular derrotó el golpe de Estado oligárquico.
Chávez lo dejó claro: «El pueblo debe prepararse para la defensa». No se trata de una militarización de la sociedad, sino de la democratización de la defensa. Pescadores, obreros, estudiantes y campesinos integrados a la milicia representan la materialización de un principio socialista: la seguridad de la nación es responsabilidad de todos.
El recuerdo del 11 al 13 de abril de 2002 no es solo una efeméride, sino una prueba histórica de que el poder popular, cuando se organiza, es imbatible. Mientras las televisoras callaban y los golpistas pretendían borrar la Constitución, fue el pueblo—con cacerolas, movilizaciones y valentía—quien rescató la democracia. La toma del Palacio de Miraflores no fue obra de un comando especializado, sino de ciudadanos y soldados leales que actuaron como un solo cuerpo.
Este episodio confirma que la verdadera defensa nacional no depende de armas, sino de conciencia. Hoy, en medio de bloqueos y amenazas externas, esa lección sigue vigente: Venezuela no será vencida mientras su pueblo esté preparado para defenderla.
El «pueblo en armas» no es una fantasía belicista, sino una estrategia de disuasión y resistencia. Como bien señaló Chávez, el imperio teme no a las armas, sino al éxito de un proyecto que demuestra que el socialismo puede garantizar desarrollo sin sometimiento al capital. La milicia bolivariana es, en ese sentido, un escudo contra la desestabilización, pero también un símbolo de autodeterminación.
Maduro ha reiterado que Venezuela no busca la guerra, pero no será vulnerable. La milicia ciudadana asegura que, ante cualquier agresión, el país responderá como una nación unida, no solo con soldados, sino con todo un pueblo entrenado y organizado.
El llamado del presidente a la «unión, unión y más unión» no es retórica, sino una necesidad estratégica. La milicia es la expresión más clara de que, en Venezuela, la defensa de la patria es tarea de todos. En un mundo donde las potencias intentan imponer su dominio, el pueblo venezolano—armado de conciencia, organización y coraje—sigue siendo el muro de contención contra cualquier amenaza.
Como dijo Chávez: «Vamos a convertir a Venezuela en un país capaz de defender hasta el último milímetro». Ese sigue siendo el camino.
Eduardo Piñate
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