Ángel García Banchs, director de Econométrica, ve con optimismo el futuro de Venezuela, no a 5, 10 o hasta 20 años, sino de inmediato.
«Venezuela está en estrés como sociedad; está en desequilibrio. Todo el mundo anda desequilibrado porque el presente sistema no ofrece equilibrio alguno. O se recicla todo el estatismo o se establece el sistema de mercado y es lo que yo digo que va a suceder: se va a robustecer el sistema de mercado. El actual estado de cosas no es el equilibrio; después de la tempestad viene la calma, y nunca es más oscuro que cuando va a amanecer».
El economista recomienda acumular abundantes reservas para cuando viniera esta situación, además de proceder a reordenar la economía, e indica algunos pasos que debía seguir un gobierno que no estuviera pensando en las próximas elecciones, como sí en el futuro de las generaciones por venir. Sin embargo, admitió que hoy se considera optimista.
Utilizó una metáfora para pintar la situación actual del gobierno, refiriéndose al caso de un domador que tenía un bistec y un látigo, frente a un león, y que ahora el domador se ha quedado sin bistec: se ha quedado sin populismo, se ha quedado sin inventario, se ha quedado sin dólares; se ha quedado sin posibilidad de auxiliar el poder de compra de los salarios, y que lo único que queda es el látigo, al cual apela éste, incluso, por motivos de sobrevivencia.
De modo que al quedarse el domador sin el bistec, continuó García Banchs, y tomando en cuenta que el león tiene poder, no le queda otra más que cambiar el látigo por el fusil, y que ese juego ya se sabía cómo iba a terminar. «O se hace una reforma económica, y aparece el bistec o el domador está fuera de juego».
Según García Banchs, aquí se han acumulado más de 250 mil millones de dólares mal habidos, que se deben capitalizar, y que se están capitalizando pero en esta circunstancia entraba el problema de cómo se hacía para ingresar como socio al Country Club, es decir, como limpiar esos capitales; esos 250 mil millones de dólares mal habidos. «El chavismo ordinario es verde –sentenció-, no rojo». Admitió que en efecto, había una vestimenta roja que partía de un cierto totalitarismo, de un cierto castrocomunismo; pero que eso no pasaba de ser una simple apariencia.
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