Irán impuso restricciones de acceso a internet desde el estallido de las protestas por la muerte de la joven kurda Mahsa Amini hace un año, obligando a las personas a buscar otras formas de comunicarse o de hacer negocios.
Amini, de 22 años, murió el 16 de septiembre tras ser detenida en Teherán por supuestamente violar el estricto código iraní de vestimenta para las mujeres.
Su muerte desató meses de protestas en todo el país con cientos de muertos, incluyendo decenas de agentes de seguridad, antes de que las autoridades tomaran medidas para contener lo que calificaron como “motines”, incluyendo restricciones a las redes sociales.
Alma Samimi, quien vende bolsas de cuero por internet dijo que su negocio ha sufrido con el apagón cibernético.
“El daño es irreversible”, afirmó Samini, al explicar que las ganancias generadas por su cuenta de Instagram, con miles de seguidores, cayeron 80%.
“Las interacciones en línea han caído dramáticamente desde el año pasado”, aseguró.
Las restricciones, que afectan a redes como Instagram y WhatsApp, se aplican en momentos que millones de iraníes luchan por subsistir en medio de una crisis económica marcada por la inflación disparada y la depreciación de la moneda local.
Las dificultades económicas se han visto agravadas por la decisión estadounidense de reimponer en 2018 sanciones contra Teherán, luego de que el entonces presidente Donald Trump retiró unilateralmente a Estados Unidos de un acuerdo nuclear.
Costo adicional para Irán y su industria
Desde entonces, unos 1.200 dueños de comercios han pedido al presidente iraní Ebrahim Raisi levantar las restricciones, según medios locales.
Para mantener su negocio a flote, Samimi recurrió a redes virtuales privadas y herramientas antifiltro para eludir a la censura.
La demanda diaria de servicios de VPN se disparó en Irán a “3.082% más que antes de las protestas”, según Top10VPN, un grupo de defensa de la seguridad digital con sede en Gran Bretaña.
Mohammad Rahim Pouya, un psicólogo de 32 años que brinda sesiones de terapia por internet, afirma que perdió 50% de sus clientes al inicio del apagón.
Dijo que pudo mantener líneas de comunicación con sus clientes en Irán pero que se le hizo más difícil con aquellos en el exterior.
Para él, las herramientas anticensura fueron “un costo adicional, y probablemente tienen fallas de seguridad (…) ¿Pero cuáles son las opciones?”.
Buscar cómo esquivar las restricciones de internet se ha vuelto común en Irán, donde las autoridades han bloqueado la red repetidamente en tiempos de inestabilidad.
En 2009, el acceso a redes sociales fue bloqueado durante las protestas masivas conocidas como el Movimiento Verde, tras unas disputadas elecciones presidenciales en las que ganó el populista Mahmud Ahmadinejad.
Redes sociales populares como Facebook y X, antes Twitter, han sido bloqueadas desde entonces.
Una década después se impusieron restricciones más severas luego de los manifestantes tomaron las calles tras la decisión del gobierno de aumentar los precios de los combustibles en 200%.
Bloqueo costoso
El ministro iraní de comunicaciones, Issa Zarepour, urgió en marzo a empresas extranjeras establecer oficinas de representación en Irán, al afirmar que “nadie quiere limitar la internet y podemos tener plataformas internacionales”.
Pero Meta, el gigante estadounidense propietario de Facebook, Instagram y WhatsApp, ha dicho que no pretende establecer una oficina en la República Islámica, que permanece bajo sanciones estadounidenses.
El gobierno gastó 773 millones de dólares solo en 2002 para imponerlas, siendo el segundo país que más gasta en restricciones después de Rusia, según Statista, un sitio de recolección de datos con sede en Alemania.
En febrero, el diario reformista iraní Shargh informó de que los proveedores locales de internet sufrieron pérdidas de 40% por las restricciones.
Con la prohibición de las aplicaciones occidentales, los iraníes dependen de las aplicaciones respaldadas por el Estado.
Pero las alternativas locales a las redes sociales y aplicaciones de mensajería, como Bale, Ita, Rubika y Soroush, no han generado popularidad significativa comparado con las alternativas internacionales.
Samimi dice que no ha “encontrado alternativas” a su menguante negocio por Instagram.
Igualmente, Pouya insiste en utilizar plataformas internacionales mediante herramientas anticensura, pero teme un apagón total.
«”o sabría qué hacer si apagan completamente” internet, admitió.
Agencias
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