Venezuela pareciera que está hundiéndose, pero no será así. Los países solo se hunden si tienen un enemigo adverso más poderoso que ellos. Le declara la guerra y los deja en ruinas. Alemania en el año 1945 quedó como un queso lleno de agujeros y cuarenta años más tarde se convirtió en la potencia más poderosa de Europa.
Tampoco ese es el enemigo creado por el gobierno socialista para desviar la atención del pueblo de los verdaderos problemas que lo aquejan: inseguridad, escasez de alimentos y medicinas.
Las bandas de hampones han remplazado a un ejército que estuviera en un estado de sitio. Comienza después de la siete de la noche, creando una sensación de miedo que paraliza la voluntad del ciudadano.
El asesinato a sueldo es otro modo de violencia, la justicia no se ejerce en los tribunales. Ni requiere de la burocracia que se necesita para emitir un veredicto. Los jueces son verdugos.
Venezuela es un país petrolero, posee la reserva petrolífera más grande del mundo. El precio del petróleo bajó a más de la mitad y ahora es la hazmerreír del mundo. Por la sencilla razón de que es un país rico y vive como otro pobre. Los países africanos tuvieron mucha más inflación que Venezuela y pudieron bajarla a niveles normales. Tuvieron que adoptar medidas, aunque rigurosas, pero necesarias.
Venezuela saldrá de esta crisis, no es el fin; es el comienzo de nuevas generaciones que al nacer casi se enfrentaron al dolor de la emigración, porque no podían vivir en un país anárquico. Los que se quedaron, la gran mayoría, intuyen que Venezuela es la plataforma de sus aspiraciones. Será la reconstrucción de un país, que ha recibido un golpe bajo, pero más temprano que tarde sabrá cómo levantarse. Golpeada, pero nunca noqueada.
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