El discurso del canciller Marcos Falcón Briceño ante las Naciones Unidas es un excelente resumen de esos vicios, entre los cuales resaltan las presiones que recibieron los jueces estadounidenses, escogidos por Venezuela, Winston Fuller y David Brewer y nuestros asesores jurídicos, Benjamín Harrison y Severo Mallet Prevost, por el presidente de dicho tribunal. Frederick de Martens, quien les hizo ver el riesgo que correría Venezuela de perder las bocas del Orinoco si no había unanimidad en la decisión. Ese esfuerzo diplomático condujo a la firma del Acuerdo de Ginebra de ese año, el cual permanece vigente, hasta no llegar a un arreglo práctico de la controversia mediante una solución satisfactoria.
Es verdad, que la intransigencia de Guyana no ha permitido encontrar una solución práctica a la controversia, pero la firme posición asumida por los gobiernos democráticos permitió mantenerla viva e impidió a Guyana iniciar proyectos de desarrollo en el territorio Esequibo, hasta tanto no lograr una solución práctica y satisfactoria para ambas naciones. Lamentablemente, la demagogia imperante en las relaciones con el Caribe ha comprometido gravemente esa política. Después de las injustificadas declaraciones de Hugo Chávez y la negligencia demostrada por Nicolás Maduro, como era de esperarse, Guyana ha empezado a dar concesiones no sólo en la Zona en Reclamación sino en nuestra fachada Atlántica, tal como lo muestra la presencia de las transnacionales Anadarko y Exxon Mobil en labores de exploración. La Armada venezolana debería reiniciar, con urgencia, sus patrullajes para preservar y defender nuestra plataforma continental ante la aspiración de Guyana de ampliar la suya a 350 millas. Sin lugar a dudas, la responsabilidad de los gobiernos de Chávez y de Maduro es indiscutible.
@FOchoaAntich