La muerte en extrañas circunstancias del fiscal Alberto Nisman sigue deparando sorpresas. Y contradicciones. Si en un principio la presidenta Cristina Fernández de Kirchner había sugerido que el fiscal se habría suicidado, este jueves ha utilizado de nuevo las redes sociales para decir que está convencida de que Nisman no se quitó la vida de forma voluntaria, sino que todo es parte de una operación para desestabilizar a su gobierno.
Nisman hizo saltar las costuras del Estado argentino la semana pasada al denunciar a la presidenta y a varios dirigentes oficialistas de estar detrás del encubrimiento de los ex funcionarios iraníes acusados del atentado contra la mutual judía en 1994. El cuerpo del fiscal fue encontrado sin vida en su apartamento de Buenos Aires el domingo. Desde entonces, las especulaciones sobre las causas de su muerte se han disparado.
En su blog personal, Kirchner atribuye esa denuncia y la muerte del fiscal a una misma «operación» para desestabilizar al gobierno. Con esa grave acusación la mandataria abona la tesis de que a Nisman alguien lo empujó a la muerte: «Estoy convencida que no fue suicidio», dice tajantemente Kirchner en una larga carta publicada en su blog personal. «¿Por qué se iba a suicidar alguien que siendo fiscal gozaba, él y su familia, de una excelente calidad de vida?», se pregunta la mandataria.
«Nisman no lo sabía y probablemente no lo supo nunca. La verdadera operación contra el gobierno era la muerte del fiscal después de acusar a la presidenta, a su canciller y al secretario general de La Cámpora (organización ultrakirchnerista) de ser encubridores de los iraníes acusados por el atentado terrorista de la AMIA», escribe Kirchner en una larga carta en su blog.
Para Kirchner, la denuncia del fiscal Nisman nunca fue en sí misma la verdadera «operación» contra su gobierno. Esa denuncia, en su opinión, «se derrumbaba a poco de andar».
La presidenta argentina coincide con la oposición en el sentido de considerar el caso un «verdadero escándalo político y jurídico». Pero lo hace desde su propia trinchera política. «Ahí está una de las claves: el fiscal no sabía que los agentes de inteligencia que él denunciaba como tales, no lo eran. Mucho menos que uno de ellos había sido denunciado por el propio (Antonio) Stiusso (ex jefe de Operaciones de los servicios secretos, cesado fulminantemente en diciembre».
El «agente» al que se refiere Kirchner es Ramón «Allan» Bogado, a quien Nisman señalaba como nexo entre el gobierno y el régimen iraní para tramar la supuesta estrategia de encubrimiento. Anteayer, el jefe de los servicios secretos, Óscar Parrilli, dijo que Bogado nunca trabajó para la Secretaría de Inteligencia. Pero reconoció que se presentaba como tal y que por esa razón fue denunciado por su propio departamento en noviembre pasado. Y para enmarañar aún más la situación, Parrilli reveló que fue el propio Stiusso quien presentó esa denuncia.
STIUSSO, LA PERSONA CLAVE
Stiusso es un personaje clave en toda esta novela de espías. Es él quien habría proporcionado la información crucial a Nisman para articular su denuncia contra el gobierno. Ahora, después de su cese en diciembre, está jubilado. Nadie ha hablado con él desde que el fiscal murió. Pero sin duda, tendría mucho que decir sobre el escándalo que está sacudiendo a todo un país.
Con quien sí parece que habló Stiusso fue con el propio Nisman horas antes de su muerte. Así lo ha asegurado al menos un hombre clave en el caso, Diego Lagomarsino, el asistente del fiscal que le entregó el arma el sábado por la noche, a pedido del propio Nisman.
Lagomarsino, un técnico informático que se ocupaba del mantenimiento de los ordenadores en la fiscalía de Nisman, ha dado su versión de los hechos al diario Página 12 a través de una juez de su confianza. En esa declaración, cuenta que Nisman le confesó que el viernes había recibido una llamada telefónica de Stiusso en la que el ex espía le habría dicho que «se cuidara».
La juez relata así al diario argentino la versión de Lagomarsino: «Diego cuenta que Nisman lo llamó por teléfono y, como declaró ante la fiscal, le pidió prestada el arma. Le dijo en esa conversación que Stiusso le había llamado el viernes y le había dicho que debía tener cuidado. Que desconfiara de su custodia (la escolta policial) y que pusiera seguridad a sus hijas. Eso es lo que le contó Nisman a Diego para justificar que le pedía el arma. Hoy en día, Diego llora todo el día. Está destruido y se siente culpable».
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