El ácido acetilsalicílico, denominado popularmente ASA o Aspirina, es uno de los fármacos más conocidos y vendidos del mundo. La fiebre, el dolor y la inflamación son problemas que han afectado la salud de los seres humanos desde la remota antigüedad. Hace muchos siglos, los egipcios utilizaron bebedizos de la corteza del sauce blanco con fines medicinales y, unos mil años antes de Cristo, los sumerios y los chinos preparaban tomas con hojas de sauce como analgésico. Pero es Hipócrates (460-370 a. C.), el Padre de la Medicina Griega, quien hace los primeros escritos, sobre brebajes con hojas y corteza de Salix Latinum (o sauce) para aliviar la fiebre y el dolor de sus pacientes. Y es posible que en América los indígenas pudieran haberlo usado. Plinio el Viejo, Dioscóride y el famoso Galeno (130-200), mencionaron los efectos medicinales del sauce blanco. Pero, en la Edad Media, se menguó ese uso porque una ley prohibió la descorticación y corte de las hojas de dicho árbol. En el año 1763, Edward Stone presentó, a la Real Sociedad de Ciencias Inglesa, un informe de las propiedades del sauce blanco, destacando el efecto antipirético. Posteriormente, los investigadores aislaron un derivado del ácido salicílico el cual denominaron «salicílica».
En 1828 un profesor de Farmacia, de la Universidad de Múnich, Johann Buhner, aisló lo que se llamó «salicina». Y , el siguiente año, Henri Leroux, un farmacéutico francés, logro aislar 30 gramos de salicílica. Diez años más tarde, el químico italiano Piria, que trabajaba en la Sorbona de París, mediante hidrolisis y oxidación, obtuvo unos cristales incoloros a los que denominó Ácido Salicílico. La síntesis del ácido acetilsalicílico la logró el químico francés Charles Fredéric Gerhardt, en el año 1853. Pero fue el farmacéutico alemán, investigador de los Laboratorios Bayer, quien, buscando un alivio pasa los dolores reumáticos crónicos que tenía su padre, consiguiera sintetizar el ácido acetilsalicílico con gran pureza. Sus propiedades terapéuticas como analgésico y antinflamatorio fueron claramente descritas en el año 1899 por el farmacólogo Heinrich Dreser, lo que permitió iniciar su comercialización. Aspirina fue el nombre designado por los Laboratorios Bayer, convirtiéndose en el primer fármaco del grupo AINE.
En el año 1995, con motivo de la proximidad del aniversario 100 del medicamento más vendido en el mundo, el Departamento de Comunicación de Bayer se propuso rastrear la «aspirina» en la literatura hispánica del siglo XX; el trabajo lo hicieron en cooperación con la Universidad de Barcelona. Muchas obras fueron revisadas y pudieron recopilar cien (100) citas literarias. La palabra «aspirina» se incorporó a la Real Academia Española, el año 1936, en la 16ª Edición. Pero ya para entonces habían usado ese nombre. Rn el año 1910, Ramón Gómez de la Serna decía: «La luna es la pastilla de aspirina que de vez en cuando se toma el terráqueo para sus terribles dolores de cabeza…».
Ortega hace mención de ella y del «aspirinarse». También hacen mención de este popular medicamento: Jacinto Benavente, Mario Benedetti, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Ramón Gómez de la Serna, Adolfo Bioy-Casares, Camilo José Cela, Tosa Chacel, Ramón J. Sender, Manuel Vázquez Montalbán y muchos otros. El gran Cortázar, usando una metáfora (en «Rayuela») dice: «Aquí todo le duele, hasta las aspirinas le duelen». Pero por encima de todas estas consideraciones, hay una verdad que se muestra como un gran aviso de un casino de Las Vegas: La aspirina fue, y sigue siendo (sin mencionar otras virtudes) el medicamento que de forma eficaz, rápida y barata permite superar el dolor físico de la humanidad.
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