De repente ha comenzado a circular por las redes sociales un nostálgico video, producido por USIS, en otras épocas la Oficina de Información de EEUU, sobre la visita del presidente Kennedy a Venezuela, hace 54 años. El video no nos dice na-da nuevo, pero me llamó la atención el absurdo subtítulo puesto por los actuales usuarios de Facebook: «Cuando éramos la envidia del mundo».
¿Cuándo vamos a dejarnos de tonterías? Venezuela no ha sido nunca la envidia del mundo. Kennedy visitó a Venezuela, en un momento particularmente difícil para el país. Estábamos saliendo de una atroz dictadura, que había construido autopistas y monumentos pero que había causado horrores desde el punto de vista de los derechos humanos y había dejado la educación, la salud, la situación social en general, en un estado catastrófico. El mérito de Betancourt no es haber presidido un país que «provocaba envidia en el resto del mundo», sino haber logrado gobernar a pesar de los golpes de Estado de izquierda y de derecha, del bajísimo precio del petróleo e incluso la discriminación hacia nuestro crudo por las «cuotas a la importación» impuestas por el gobierno de EEUU. Las alabanzas al buen recibimiento que tuvo Kennedy, no se deben a una idílica relación bilateral, sino al hecho que poco tiempo antes desde Washington se había considerado enviar a los marines a «rescatar» al vicepresidente Nixon, vapuleado y escupido en Caracas. La «Alianza para el Progreso» no progresó. Kennedy fue asesinado poco tiempo después y Betancourt fue el primer presidente, electo democráticamente, que logró terminar su mandato.
Si queremos comprender a Venezuela, debemos estudiar su historia. Tratemos, sin mentiras edulcoradas, de entender este «cuero seco» que es nuestro país. (Aclaro, esa expresión es de Guzmán Blanco, no mía).
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