Más de tres meses han pasado desde la llegada al poder de Ashraf Ghani, que no consigue formar su ejecutivo de unión nacional, lo que obstaculiza la recuperación económica y da alas a la insurrección islamista.
Ghani fue investido presidente el 29 de septiembre, tras meses de bloqueo político y enfrentamientos con su rival Abdulá Abdulá, por acusaciones de fraude en la elección presidencial del 14 de junio. Tras largas negociaciones, bajo los auspicios de la ONU y de Washington, Ghani fue designado vencedor, pero se comprometió a formar un gobierno de unión nacional con su rival.
Pero 100 días después de su investidura, ningún ministro ha sido nombrado por falta de acuerdo entre Ghani y Abdulá. Sin embargo una fuente del entorno presidencial indicó el lunes a la AFP que hay «importantes progresos en las negociaciones y que el gabinete probablemente será anunciado antes del fin de esta semana».
MORTALES ARTEFACTOS
En este inestable contexto político y tras la salida de las tropas de la OTAN, que finalizó su misión de combate el 31 de diciembre, el suelo afgano alberga minas, municiones y bombas dejadas por 35 años de conflictos, lo que lo convierten en uno de los territorios más peligrosos del mundo.
Según la Convención internacional sobre armas clásicas (CCAC) firmada en 1980, todo beligerante debe ayudar a limpiar los restos explosivos de la guerra, antes de su partida. Pero la realidad es totalmente distinta en Afganistán, aún en pleno conflicto armado.
En total, 16,5 millones de artefactos explosivos han sido destruidos en Afganistán desde 1989, según el Macca, que espera haber destruido todos los restos explosivos en el país antes de 2023.
Pero en un conflicto armado, cerca del 10 % de los proyectiles no explotan, y pueden permanecer activos durante años, según los expertos. Tal es el caso en Afganistán, donde centenares de municiones diferentes han sido utilizadas en las últimas décadas de guerras.
La tarea de limpieza de minas sería más fácil, según Rashid, si los diferentes beligerantes, incluidos los soviéticos de 1979-1989 y los occidentales actualmente, hubieran dejado mapas para localizarlas.
Pero «nadie lo ha hecho», se lamenta. Sin esa información «se perderá tiempo, dinero y habrá víctimas, en especial niños», añade.
MILES DE BOMBARDEOS
Interrogada por la AFP sobre este riesgo, la fuerza de la OTAN que acaba de retirar a la mayoría de sus soldados, afirma en un e-mail haber limpiado «todos los campos de tiro y las bases» transferidas a los afganos.
Pero no responde sobre la presencia probable de municiones sin explotar en los lugares de combate con los talibanes. Y se han producido miles de bombardeos aéreos y terrestres contra el territorio afgano en 13 años de conflicto.
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