Padres de los 43 estudiantes mexicanos que desaparecieron y fueron presuntamente masacrados en Guerrero (sur) encabezan este lunes una serie de marchas por Ciudad de México al cumplirse cuatro meses del crimen, para recordar al gobierno que no dejarán de luchar hasta encontrar a sus hijos.
La jornada de manifestaciones arrancó en la mañana con cuatro marchas simultáneas convocadas en distintos puntos de la capital, que deben confluir en la tarde en un gran mitin en la central plaza del Zócalo.
Las marchas, en las que están participando principalmente maestros de una corriente radical del sindicato nacional de la educación, ocurren en un clima de creciente desconfianza entre los padres hacia la investigación oficial de este brutal crimen, que escandalizó a México y la comunidad internacional.
En el sur de la capital, centenares de alumnos y maestros provenientes del convulso estado de Guerrero iniciaron la marcha portando una gran manta roja con las fotos de los 43 jóvenes. Al frente de la caminata van algunos padres alzando los retratos de sus hijos.
«Ya son cuatro meses que no nos dicen (dónde están). Esta marcha es para que nos devuelvan a los chamacos (jóvenes). Esta marcha es una prueba de que muchos estados se van uniendo a la lucha», dijo a la AFP Bernabé Adrajan, padre de Adán, uno de los desaparecidos.
Cerca de los manifestantes, algunos de los cuales portan palos y otros van encapuchados, se encuentran policías antimotines. La alcaldía informó que se desplegarán unos 3.500 agentes en las marchas.
Durante esta jornada de protesta, los padres y compañeros de los 43 jóvenes y los grupos sociales que les apoyan exigirán al gobierno que mantenga la búsqueda de sus hijos, quienes fueron atacados la noche del 26 de septiembre por policías locales de Iguala que aparentemente seguían órdenes del alcalde, acusado de servir al narcotráfico.
La fiscalía mexicana cree que los estudiantes, la mayoría de entre 18 y 21 años, fueron masacrados.
La investigación oficial apunta a que, después del ataque, los jóvenes fueron entregados a sicarios del cártel Guerreros Unidos, quienes los habrían asesinado e incinerado en un apartado basurero de la vecina localidad de Cocula, antes de arrojar sus cenizas en bolsas a un río cercano.
Por el momento, un prestigioso laboratorio de Austria que analiza los restos calcinados sólo ha podido identificar a uno de los estudiantes.
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