El desarrollo de la VII Cumbre de las Américas, su convocatoria y los hechos que se dieron a la par dejaron varias lecciones para los pueblos del continente y sus gobiernos; para las naciones más poderosas, por su poderío militar y económico, y sobre todo para Venezuela. Algunos ya hablan de la geopolítica en nuestro continente antes y después de la mencionada cumbre.
Si fuese por cábala, diríamos que el glorioso abril marcó el devenir de esos acontecimientos en bien de la paz y por el respeto entre las naciones. Antes del 10 y 11 de abril, el gobierno gringo a través de sus voceros más connotados había rodado sopotocientas declaraciones en contra de Venezuela. Más de un grupo de «perseguidos y desinformados» insistían en la retahíla de que nuestro país «violaba cotidianamente los derechos humanos, castigaba a la disidencia y perseguía a los opositores».
La derecha auspició para que se dieran minicumbres paralelas: de empresarios, de la autodenominada «sociedad civil», de ONG, cuyos planteamientos reforzaban la posición condenatoria de Obama contra Venezuela. Como reverso, la otra cumbre, la de los Pueblos, aglutinó a representantes, políticos, intelectuales y grupos sociales que analizaron a profundidad la situación de hostigamiento contra el país y fijó posición, sin cortapisas, de apoyo a la revolución bolivariana.
Es la hora de la soberanía, de la independencia, de la autodeterminación, del apoyo solidario entre gobiernos y el reconocimiento de lo nuestro americano, por lo que tanto luchó Hugo Chávez. Es la hora de arreciar la defensa de la Pacha Mamá, clamor del presidente Evo. Es la hora de expresar las grandes verdades, sin temor, porque la época del patio trasero, de la doctrina Monroe y del «garrote vil» quedó atrás.
En Panamá, los acuerdos de respaldo a Venezuela por la Alba-TCP, la Celac, la Unasur, el Mercosur, los No Alineados, el Caricom y Petrocaribe quedaron refrendados en tiempo real y a través de la conexión satelital, todos lo vimos. El lobby no funcionó. Los mecanismos de presión por jerarquía llegaron de las manos del propio Obama. En esta cumbre se vio de nuevo el verdadero rostro de Canadá y Estados Unidos. América Latina debe seguir unida construyendo su proyecto de patria.
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