Hoy, un día quizás como cualquier otro, un día más como piensa la mayoría, pero que en realidad es un día menos para todos, una realidad inexorablemente asociada al tiempo y a nuestra propia vida.
El paso del tiempo y nuestro bagaje, en ese viaje por la vida, enriquece nuestro entender y hace crecer nuestra espiritualidad con los años; así como los buenos Vinos maduran con los años y se enriquecen en su sabor, también en cierto que si no se cumplen con ciertas condiciones mínimas de almacenaje, temperatura, entre otras cosas, se avinagran; y es así, como a muchos los años nos hace más austeros, apreciando la belleza de la vida en cada rincón y a otros más huraños o avinagrados, desperdiciando el milagro de la vida.
El éxito de una persona está en su inmortalidad en el tiempo, no por la razón de vivir eternamente en forma física, sino en la perpetuidad de su legado, con los pasos de los años y quizás de los siglos.
Hay personas que son tan pobres que lo único que tienen es Dinero, pero sin éxito, ya que el éxito solo se puede cuantificar por el desarrollo académico de nuestros hijos, por su nivel de vida y principalmente por su felicidad y amor recibido y compartido; solo allí se puede cuantificar el éxito de una persona.
La honestidad y prestigio de una persona vale más que el Yate y Aviones de alguien, ya que en la mayoría de los casos no fueron comprados con dinero producto del trabajo honesto; y a veces son etapas del poder que fluctúa entre la oportunidad y la complicidad de los políticos de turno; mientras que el Prestigio se hereda a los hijos; como ejemplo de vida y como un bastión muy fuerte que protege a los principios y valores de una vida ejemplar.
La Honestidad es la base de una sociedad fuerte, de una sociedad que premia al trabajo y al esfuerzo mancomunada, una sociedad que rechaza, castiga al ocio y a la corrupción, una sociedad que atesora el valor de la palabra más que la firma en un documento notariado, una Sociedad de Hombres cultos y felices.
Trabajemos juntos por construir una sociedad mejor, menos esclava de la religión, pero más cerca de Dios.
José Manuel Rodríguez Gómez