Pensando en voz alta (I)

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Existen varias consideraciones y condiciones que son pertinentes para que la paz, la libertad y la democracia existan. Fundamental es que, mediante la educación, la cultura, la tradición, los valores sociales y otros aspectos se constituya un núcleo, una agrupación, una masa humana en cooperación, con propósitos y características iguales, o al menos similares, que deciden vivir de acuerdo a una manera, a ciertas características. Así fueron apareciendo las naciones y los gobiernos. Los seres humanos, como la naturaleza misma, provienen de la Creación, sea cual fuere el criterio o creencia que tengamos de ese fenómeno.

Son los seres humanos, como ciudadanos o habitante de un territorio y de una sociedad, los que fundan o estructuran los gobiernos, pues son los hombres los que constituyen y hacen que los gobiernos funcionen. Demuestran una ignorancia mayúscula el creer que son individualidades, seres superdotados o «enviados», los que tienen la «vara mágica» o «la llave» para definir el destino, el futuro de una nación. Más absurdo es el creer que en democracia es posible ponerles férulas a los ciudadanos para que anden o acaten una forma de vivir. Solo los titanos y esbirros de pueblos se hacen esta ilusión. Cuando esto sucede se ha instalado el miedo, el terrorismo social y no la voluntad popular. Gobernar es dirigir hacia un motivo, hacia un logro anhelado por las mayorías; todo lo contrario a imponer la voluntad de un amo, de un «mandamás». En la vida real y democrática existen las dos formas de gobierno que tienen los ciudadanos; el gobierno interno o autogobierno, que es el que existe o comienza en el interior, en el corazón y la mente de las personas: la habilidad pasa a gobernar su conciencia, su voluntad, carácter y pensamientos, ideas, motivos, convicciones, deseos, propiedades, etc. Este se desarrolla en el hogar, en la iglesia, en la escuela, en las asociaciones humanas de todo tipo y es de este que se deriva el gobierno externo, el que ejecutan y dirigen los políticos.

El gobierno interno hace el tipo de gobierno externo. Lo interno es causativo de lo externo. Pero la incultura, la insensatez, la prepotencia, la manipulación conexa con la mentira, hacen que la gente común, que los ciudadanos inocentes, crean que existe una élite, unos dioses, unos «supremos», a los cuales debemos obediencia jurada, incambiable y debemos seguirles a ciegas, sin usar nuestro albedrio y saber, como en este momento lo pretenden en Venezuela y rige en otros países sometidos, donde gobiernas sátrapas, dinosaurios políticos y mafias corruptas. Si un país posee buenos ciudadanos, instruidos en las buenas costumbres, conocedores de sus derechos y deberes, capacitados para el trabajo creador, etc. habrá, como lógica consecuencia, buenos ciudadanos, buenos hijos, excelentes padres; buenos, éticos y eficientes gobernantes y esto, la carencia de esto, lo que ha conllevado a los problemas, a los males, a las grandes dificultades que tiene nuestra querida Venezuela. Y por ello llegan a cargos de dirección, de alta representación y de gobierno, demasiados asnos, burros, inmorales e incapaces.

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