Definitivamente nuestros actuales gobernantes son bien particulares en las formas de hacer diferentes cosas y de enfrentar una crisis como la que tenemos, que, de acuerdo a lo que expresan, es producto de una guerra económica y asimétrica, aunque ya prácticamente nadie cree ese cuento.
Pero en todo caso parece que tiene la típica disposición al célebre apotegma criollo que reza “Para que facilitar si lo puedes complicar” y es que de verdad eso es lo que parecen practicar, y no por error, sino por política.
El problema de la alimentación, por ejemplo, lo pretenden resolver con la denominada agricultura urbana, que todavía nadie sabe bien cómo funciona, pareciera que en Venezuela ya no hay espacios para sembrar, razón por la cual debe Ud. hacerlo en la jardinera de su balcón o en cualquier espacio que encuentre disponible para tal efecto.
Pero no, no es así, se trata, así se entiende, de la vetusta tesis del conuco, que comenzó por un pedazo de tierra que los amos concedían a los esclavos para que, en provecho propio, lo cultivaran o para que en él criaran animales, y ya más modernamente, en el pedacito de tierra que sirve para sembrar lo que habrán de comer y mantener unas gallinitas. Esa es la respuesta política, aunada a una forma de producción y distribución nueva, que nadie sabe cómo funcionará y creo tampoco servirá.
Vemos también como nuestro gobierno se vio forzado, por la falta de políticas adecuadas de nuestros vecinos los colombianos, a dictar unos estados de excepción en toda la frontera neogranadina, para así ponerle compón al problema del contrabando de extracción, de los paramilitares infiltrados y al tema cambiario.
Pasaron los días de la legalidad de los decretos de excepción, ahora hay otro decreto, y suspendido lo dispuesto en el artículo 50 de nuestra Carta Magna, que garantiza el libre tránsito por todo el territorio nacional, ausentarse de la República y volver. La frontera con el vecino occidental permanece cerrada, salvo los fines de semana, que permiten ir, por doce horas, a comprar lo que no tenemos, o sea de todo, para hacer contrabando de aquí para allá, sino de allá para acá.
Los remedios a nuestros problemas son iguales a los que se usaron en siglos pasados. Como no hay anticonceptivos, entonces utilicemos el método del ritmo o el del coito interruptus para que no quede preñada, y como sistema para preservarse de las enfermedades, pues no fornique y resuelto el tema.
Contra la delincuencia, les recomiendo que no se ponga prendas, y no se le ocurra ir por la calle hablando por el celular, no salga de su casa, tránquese bien, conviértase en un ser diurno y urbano, no ande por ahí tentando al hampa pues si lo atracan no hay quien busque a los ladrones, ningún policía va a correr ese riesgo innecesario, además, porque si lo llegan a aprehender lo más probable es que lo suelten, y eso que ya los criminales no caben en las cárceles, que a la sazón, ahora son mucho más humanitarias, con discotecas, derecho a pernocta y manifestar en la calle en contra de la oposición.
Y no hablemos de la felicidad, porque ahí sí que somos un país ultramoderno, del cuarto mundo, súper avanzados y casi que exclusivos, porque desprenderse de todas esas cosas de protervidad que acarrea cualquier sistema distinto al del socialismo del siglo XIX, es un éxito que pocos logran alcanzar. Ser autosuficientes y reducir todas nuestras necesidades, es exactamente alcanzar la felicidad.
Bueno, como dijo el exitoso humorista Marx: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”. Así está Venezuela.
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