Todos los pensamientos negativos, es decir malos producen vibraciones discrepantes, a través de las cuales el cuerpo se abre a enfermedades de toda clase. Por ejemplo sentimientos fuertes y pasiones tienen un efecto directo sobre el cuerpo, si su intensidad sobrepasa un cierto grado pueden hacer surgir enfermedades, que bajo ciertas circunstancias pueden conducir a dolores crónicos. Odio, envidia e ira pueden cambiar incluso los jugos sanos del cuerpo, de tal modo que en lugar de cumplir su función natural, tienen un efecto venenoso y destructivo. Si las sustancias naturales se trasforman en jugos que fomentan la enfermedad, la suma de los efectos pueden crear determinadas formas de enfermedad, que con el tiempo se vuelven crónicas.
Depende de nosotros lo que hacemos de nuestra vida, pues a la inversa los sentimientos positivos de bondad, amor, amabilidad y benevolencia actúan también sobre el sistema nervioso y el alma.
De esta manera comprobamos que con Dios, con la energía divina, «es más fácil vivir».
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