Si el 2016 ha sido un annus horriblis para ti (además de ser un año que salió al revés para el mundo) las tentaciones de esconderlo debajo de la alfombra y pasar página rápidamente como si no hubiera pasado nada, puede que sean grandes.
Y, sin embargo, conviene recordar la rotundidad con la que Sócrates advertía que “una vida no examinada no merece la pena ser vivida”.
No es que ese día el filósofo se levantase con mal pie. El conocimiento de uno mismo –incluidos, por supuesto, errores y meteduras de pata– sigue siendo, entonces como ahora, la piedra angular sobre la que se apoya nuestro bienestar emocional y felicidad.
Es necesario pararse a pensar y hacer memoria de todo lo pasado y vivido en los últimos doce meses.
Eso sí: analizar los errores cometidos a lo largo del año únicamente tiene sentido desde el punto de vista del aprendizaje, sostiene Miriam Ortiz de Zárate, psicóloga y directora del Centro de Estudios del Coaching, en Madrid.
“Cuando miramos el pasado de forma crítica, con la intención de aprender de la experiencia y no repetirla en el futuro, lo que a menudo nos encontramos, paradójicamente, es que los viejos patrones de comportamiento vuelven una y otra vez”.
Ese análisis compasivo es el paso previo necesario para poner el contador a cero, lo que nos permitirá empezar el año con frescura.
Para ello, Ortiz sugiere identificar algo que deseemos dejar ir y buscar la manera de honrarlo y darle un buen final. “Podemos escribir una carta al rasgo de personalidad o comportamiento que queremos dejar atrás, por ejemplo, agradeciendo el tiempo que nos ha acompañado y reconociendo en qué situaciones nos fue útil”.
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