Las Claritas es una localidad ubicada entre el kilómetro 85 y 88 de la carretera que lleva hasta Santa Elena de Uairén y funge como la capital de la parroquia San Isidro, del municipio Sifontes del estado Bolívar. Este es un pueblo que se sostiene de la minería ilegal, razón por la cual muchos describen a este inhóspito sector como un pueblo sin leyes; las pocas que hay están en manos de bandas organizadas que luchan entre sí para lograr el control de todo.
La presencia indígena es notoria, destacando los de origen pemón. Los nativos de la zona y los líderes de bandas, a pesar de que conviven en el mismo perímetro, no se llevan del todo bien y es precisamente ahí donde radica una de las mayores problemáticas de este pueblo.
PARA ROBARLOS
Ayer por la mañana Valentín Rivero, de 44 años, y su esposa María Castro, de 22, ambos pertenecientes a la etnia pemón, se trasladaban en moto por el km 76 cuando justo en la entrada de la mina Apanao de Las Claritas, fueron abordados por unos motorizados que portaban armas largas. Los delincuentes sin mediar palabras comenzaron a dispararle a la pareja. Su instinto de supervivencia los hizo correr por sus vidas, sin embargo Rivero quedó mortalmente herido y se desplomó a pocos metros del hecho.
María Castro corrió con mejor suerte. Se desplomó en el piso y simuló estar muerta, por lo que los delincuentes se marcharon. La mujer recibió múltiples impactos de bala por todo el cuerpo, siendo la más notoria la recibida en el costado izquierdo del tórax.
Habitantes del sector se alarmaron por el estruendo de los tiros y salieron a ver lo que había ocurrido, observando a la pareja tendida en el piso, por lo que corrieron a darles auxilio. De forma inmediata fue María fue trasladada por la misma comunidad hasta el ambulatorio de Las Claritas y luego referida hasta la emergencia del hospital de Guaiparo, en San Félix.
INDIGNACIÓN
La noticia corrió como pólvora por toda la comunidad. Muchos se preguntaban las causas que motivaron este suceso, mientras que otros mostraban signos de indignación. Los indígenas, gran parte de ellos vecinos de la pareja, decidieron tomar la justicia por sus manos, llegaron a un consenso y se enrumbaron hacia las inmediaciones del hecho, vía km 76, para montar una alcabala con el propósito de dar con los asesinos.
Con el paso del día los indígenas se iban llenando de frustración y rabia debido a que un miembro de su comunidad había muerto, y durante horas esperaron hasta que lograron avistar a los sujetos quienes fueron ampliamente identificados gracias a las características que aportó la muchacha en el trayecto hacia el ambulatorio.
ENFRENTAMIENTO
Los asesinos se dieron cuenta de que los indígenas los estaban esperando, por lo que no dudaron y comenzaron a disparar por doquier sin importar quienes estuviesen en la concentración. Los pemones no se quedaron tranquilos y armados con metralletas, arcos, flechas, palos y diferentes objetos, devolvieron el ataque de los delincuentes.
Ya eran las 5:00 p. m. cuando ambos bandos seguían enfrentándose. Testigos del hecho relataron que la batalla duró varios minutos hasta que los delincuentes bajaron la guardia. En motos y a pie los sujetos huyeron. Todos corrían por el sector buscando esconderse de la enfurecida comunidad.
VENGARÁN LA MUERTE
Dos de los sujetos implicados en el asesinato lograron huir en moto, pero cayeron en una trocha, según testigos, quienes también afirmaron que estos quedaron con vida pues observaron cómo corrían tras el accidente, por lo que los indígenas juraron que no descansarán hasta verlos pagar por este hecho de sangre.
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