La iglesia y el Ejecutivo nacional se unieron a la exaltación a los altares, del obispo de El Salvador, monseñor Arnulfo Romero. En la iglesia San Juan Bosco de Caracas, el cardenal Jorge Urosa Savino, presidió la misa por la beatificación de monseñor Romero, en donde señaló que fue «ejemplo de virtud, amor a Dios y la humanidad».
A la ceremonia religiosa asistieron la fiscal general, Luisa Ortega Díaz y la canciller, Delcy Rodríguez.
Igualmente en varias partes de Latinoamérica se realizan actos religiosos, pues fue un paladín de la paz y defensor de los derechos humanos en El Salvador durante los años 70.
Arnulfo Romero fue un sacerdote católico y cuarto arzobispo de San Salvador entre 1977 y 1980. Fue asesinado por escuadrones de la muerte cuando oficiaba una misa en la capilla del hospitalito de San Salvador, el 24 de marzo de 1980 y ayer Romero fue beatificado en una ceremonia en la plaza de Salvador del Mundo en San Salvador, a la que se dieron cita miles de salvadoreños y extranjeros, así como Jefes de Estados, delegaciones diplomáticas y religiosas de varias partes del mundo.
En un comunicado de la cancillería venezolana, se indica que monseñor Romero es la materialización del compromiso más puro con el pueblo. Su apostolado siempre estuvo de la mano con los oprimidos, en un mundo que procuraba esconder la pobreza y renegar de su existencia. Pero su acción concreta, su comprensión militante de la realidad, lo llevó a sacrificar su propia vida, pero jamás dejó de lado a aquellos que necesitaban de su aliento y acción cotidiana.
Como bien lo dijo el propio Monseñor en una entrevista dos semanas antes de su asesinato: «Puede usted decir, si llegasen a matarme, que perdono y bendigo a quienes lo hagan. Ojalá sí, se convencieran de que perderán su tiempo
. Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, no perecerá jamás».
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