Columna: Desde el Orinoco

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¿Por qué tendemos a ser soberbios y arrogantes?

Un anciano que tenía un grave problema de miopía se consideraba un experto en evaluación de arte. Un día visitó un museo con algunos amigos para revisar las obras de arte de ese lugar, donde existían reconocidas obras de arte.

A nuestro soberbio y arrogante evaluador de obras de arte, se le olvidaron los lentes en su casa y no podía ver los cuadros con claridad. No obstante, su espíritu de superioridad era tan grande que, aunque no veía nítidamente, eso no le frenó en manifestar sus fuertes opiniones.

Tan pronto entraron a la galería, comenzó a criticar sin mesura ni objetividad alguna, las diferentes pinturas y obras que allí se encontraban.

De repente se detuvo ante lo que pensaba era un retrato de cuerpo entero. Se paró orgulloso ante el supuesto cuadro y su desbordante sentido de superioridad, lo llevó a lanza duras críticas y enormes descalificaciones ante el supuesto cuadro.

Con aire de superioridad dijo:

“El marco es completamente inadecuado para el cuadro. El hombre que está en el cuadro está vestido en una forma muy ordinaria y andrajosa. En realidad, el artista cometió un error imperdonable al seleccionar un sujeto tan vulgar y sucio para su retrato. Es una falta de respeto”.

El anciano pensaba seguir despotricando sin mesura sobre el hombre de aquel cuadro, cuando repentinamente su esposa, quien estaba a su lado, lo toma por un brazo, lo aparta del cuadro y le expresa al oído: «Querido, estás mirando un espejo. El hombre que tan duro criticas es tu propia figura reflejada sobre el cuadro».

El anciano se sintió profundamente avergonzado, su rostro se enrojeció y un sudor frio le recorría su rostro. Acababa de recibir una dura lección que evidenciaba su altivez y sentido de superioridad.

El hombre, avergonzado, bajo su cabeza, asumió una postura de arrepentimiento y entendió que la humildad era una de sus carencias.

Desde aquel día, el anciano asumió una posición de sencillez, comprensión, humildad y auto critica que le hicieron mejorar como experto y comenzó a ganarse el reconocimiento, respeto y admiración de quienes lo rodeaban.

¿Por qué nos cuesta reconocer y admitir nuestras propias carencias, errores y malas actuaciones, mientras que solemos ser demasiado exigentes e implacables con los demás?

Sabemos que la soberbia es la percepción por la cual una persona se cree poseedora de mejores cualidades que los demás a los que en consecuencia menosprecia y minusvalora. La soberbia no puede ocultarse fácilmente, por lo que en algunas ocasiones saldrá a relucir con mucha intensidad y odio. Se diferencia del orgullo en que la creencia de ser mejor va acompañada de la necesidad de desvalorar a los demás y hacérselo patente.

Las sociedades más avanzadas y que logran mejores niveles de vida y de convivencia humana se soportan mucho en los valores de las personas. Es menester que las personas mejoremos nuestra manera de actuar, tengamos conductas ejemplares y ayudemos a tener ambientes más vivibles y edificantes.

Los padres, maestros, supervisores o líderes de empresas, organizaciones y cualquier tipo de institución, debemos fortalecer esos valores humanos y principios que nos estimulan a sacar lo mejor de nosotros mismos y a pensar en dar nuestra mejor contribución al avance del ambiente que nos rodea, de las organizaciones donde actuemos y en general de nuestro papel en la sociedad.

Es recomendable que nos observemos con frecuencia y estemos atentos, si en alguna oportunidad nos incomodamos ante un comentario ajeno, alguna observación a la manera de hacer nuestras cosas o alguna expresión de un familiar, amigo, compañero de trabajo, colega o alguien con el cual podamos estar haciendo alguna actividad.

Si nos irritan esos comentarios o respondemos sin humildad, con la intención de subestimar los comentarios ajenos, podemos estar siendo “presa” de esa inconveniente soberbia y falta de humildad.

También resulta conveniente solicitar comentarios o los llamados feedback de personas cercanas a nosotros que nos puedan alertar sobre la presencia de esas negativas actuaciones en nuestras actuaciones.

Busquemos siempre la mejor versión de nosotros mismos. La sociedad y las personas que nos rodean, lo agradecerán profundamente.

Para cerrar, les dejo este pensamiento

 El hombre humilde tiene todo que ganar y el soberbio todo que perder, porque la modestia es siempre generosidad y la envidia orgullo. (Antoine Rivarol)

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Waldo Negron

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