Columna: Desde el Orinoco

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¿Conocemos los efectos perversos del exagerado orgullo?

Un hombre estaba en un campo de práctica de golf cuando un maestro profesional llegó con otro hombre para darle una clase de golf. El profesional observó al estudiante mientras que este lanzaba la pelota varias veces, y comenzó a dar algunas sugerencias de mejoramiento. Sin embargo, cada vez que el profesional hacia una recomendación, el estudiante interrumpía con su propia idea de lo que se había hecho mal y de la manera de corregirlo. Esto se repitió un par de veces hasta que el profesional simplemente comenzó a mover la cabeza dando la razón al estudiante”.

“Al final de la lección, el estudiante pagó al profesional de golf, lo felicitó por su capacidad como maestro, y luego se fue, obviamente sintiéndose complacido con el trabajo del profesional”.

“El hombre que estaba observando esto se quedó pasmado por lo sucedido y preguntó al profesional: «¿Por qué consintió con él en todo?». El profesional dijo con una sonrisa en su rostro mientras ponía su pago en su bolsillo: «Amigo, hace tiempo aprendí que es una pérdida de tiempo vender respuestas a un hombre que solamente quiere pagar por escuchar el sonido del eco de su voz»”.

¿Qué aprendemos de este relato?

El exagerado y desproporcionado orgullo es una debilidad que nos impide tener adecuadas relaciones con nuestro entorno y nos dificulta enormemente obtener nuestros objetivos en la vida

Esta demostrado, que el desproporcionado orgullo es un gran generador de conflictos, nos aísla de los demás, rompe la comunicación grupal, nos conduce a la soberbia y al ego, lo cual impide conformar equipos ni tampoco nos ayuda a obtener apoyo de otros para poder hacer realidad nuestras metas personales o laborales.

Los psicólogos han encontrado lo que podríamos identificar como dos tipos de orgullo, uno que tiene efectos positivos y estimulantes y otro que podríamos catalogar como negativo y de perversas consecuencias.

Podríamos señalar que ese orgullo positivo se le asocia con la autoestima y autoconfianza, tan necesarios en nuestra vida equilibrada, sana y que se puede identificar con la felicidad y realización personal. Es un orgullo dosificado, natural, equilibrado y en una proporción que nos permite tener muy acertada interpretación de nosotros mismos y de la importancia de las demás personas. Ese orgullo sano no genera distanciamiento, porque nunca nos coloca “por encima” de los demás ni tampoco nos lleva a subestimarnos ni sentirnos “inferiores” a quienes nos rodean.

Ese llamado orgullo positivo, es decir una dosis adecuada y nada exagerada del orgullo personal es necesario para sentirnos seguros y llevar una vida equilibrada, valorarnos en nuestra justa medida, situarnos en nuestra existencia en su adecuada dimensión y estar orgullosos de lo que somos, lo cual es algo completamente sano y necesario.

El segundo orgullo, por el contrario, nos aleja y eleva del mundo, va a ser el mejor generador y productor de conflictos que podemos tener.

El lado negativo del orgullo es definido como el exceso de estima hacia uno mismo y hacia los propios méritos, por los que la persona se cree superior a los demás. Este tipo de orgullo nos incapacita para reconocer y enmendar nuestros propios errores y pone de manifiesto la falta de humildad, al tiempo que nos llena de soberbia, arrogancia que nos convierte en insoportable por el entorno.

La humildad, cualidad contraria al orgullo, es lo que nos permite adoptar una actitud abierta, flexible y receptiva para poder aprender aquello que todavía no sabemos. Las personas orgullosas trasmiten muchas quejas mentales debido a su ego exagerado, quejándose de personas, situaciones, tiempo, del país, etc. Esto inevitablemente les hará ir saltando de un conflicto a otro.

¿Como lograr superar el orgullo?

Según palabras del reconocido experto  León Tolstoi, “A ojos del infinito, todo orgullo no es más que polvo y ceniza”.

Lo que hemos denominado orgullo excesivo, a corto plazo, hace que escondamos nuestra vulnerabilidad, pero, a largo plazo, nos convierte en personas más vulnerables aún.

Para eliminar las conductas motivadas por ese negativo orgullo, es importante llegar al autoconocimiento, así como buscar la seguridad en nosotros mismos. Es necesario ser honestos y enfrentarnos a nuestros propios fallos y a los de los demás, para poder cambiar actitudes que no nos benefician y que pueden llegar a hacer que nos arrepintamos de nuestras decisiones.

Poner en práctica nuevas acciones como aprender a perdonar y a pedir perdón o hacer ejercicios de empatía por los demás, puede ser muy beneficioso para abrir nuevos horizontes.

Además, tratar de reflexionar poniéndonos en la piel de otros, hace que lleguemos a comprender que ni nosotros, ni los que nos rodean, somos seres perfectos.  Esto nos ayuda a dejar de lado las actitudes de orgullo que acarrean sentimientos de frustración y arrogancia. Llegar a este estado de seguridad y tranquilidad emocional, nos aleja de vivir desconectados de la realidad y presos de la soberbia.

“Si no se modera el orgullo, él será nuestro mayor castigo” -Dante Alighieri-

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Waldo Negron

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