Venezuela cambió

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Dicen que los cambios siempre son buenos, pero Venezuela se transformó y está viviendo tiempos difíciles. Tiempos en los que el pueblo se reinventa a diario para sobrevivir, para conseguir el pan de cada día, luchar contra la galopante inflación que perturba la economía y fractura el bolsillo del ciudadano que busca entre la escasez los alimentos, las medicinas y el dinero en efectivo.

Quizás por costumbre o necesidad, las colas en los supermercados, farmacias, bancos, estaciones de servicio, paradas y hospitales ya forman parte de la cotidianidad del venezolano, pues los servicios públicos están enfermos, casi agonizando. Estamos en emergencia,  el piso de los centros hospitalarios se ha convertido en camillas, ya no hay cama para tanta gente.

El transporte público colapsó. Ya no hay tarifas, hay ley pero no hay quien la haga cumplir; cada quien cobra como mejor le parece y las “perreras”, son la alternativa más común para trasladarse, aunque al usarlas se ponga en riesgo hasta la propia vida.  Ahora no son las señales de tránsito las que demarcan la vialidad, son la basura y los huecos por doquier los elementos que orientan al conductor o peatón, cuidado, “el golpe avisa”.

Ante esta peligrosa enfermedad, millones de venezolanos han optado por atravesar las fronteras para ir detrás de nuevas oportunidades de trabajo y mejor calidad de vida, pero principalmente han abandonado su tierra, familiares y amigos añorando seguridad, pues sienten miedo de convertirse en una víctima más de la cruda delincuencia que sin distingo de raza, edad o clase social mantiene azotada a nuestra sociedad.

Venezuela es otra, Venezuela cambió. Esta tierra y su gente pide a gritos unión, paz y reconciliación como antídoto para que el país logre recuperarse de esta crisis que hoy en día lo está asfixiado y dejando sin oxigeno al ciudadano de a pie, al estudiante, al médico, al abogado, al obrero, al educador, y entre otros grupos al empresario que aunque se mantiene en pie de lucha y con las esperanzas firmes para sacar a flote la producción y contribuir con el desarrollo de esta patria, el actual contexto lo desmaya y obliga a bajar sus santamarías lo cual lamentablemente desencadena más desempleo, más buhonerismo, más hambre, más pobreza.

Los venezolanos desean respirar libertad, expresarse sin mordaza y levantar la bandera de la verdad, la tolerancia y la esperanza, pero esta crisis también se ha incrustado en la medula de los medios de comunicación, especialmente de los impresos  que hoy en día se ven limitados a adquirir las bobinas de papel periódico -principal materia prima para garantizar la impresión de sus ejemplares-, y en consecuencia han apagado sus rotativas.

Despedimos un 2017 difícil , con aciertos y desaciertos, deseando que el venidero año 2018 sea propicio para la reconciliación del país. Desde El Diario de Guayana anhelamos que la paz del Todopoderoso inunde los corazones de las familias venezolanas y que cada día del Año Nuevo sea motivo de satisfacción y progreso. ¡Feliz Año Venezuela!

 

 

 

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